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Duelo animal: ¿cómo sufre el perro la ausencia del amo?

Hoy sabemos bastante sobre cómo funciona el proceso de duelo en humanos… Sin embargo, ¿qué sabemos de este mismo proceso en los perros?

El perro ve en el amo no solo a quién le va a cuidar, sino también a su referente; así, con el paso del tiempo, se va forjando el vínculo. Pero, ¿qué ocurre cuando forzosamente desaparece esa relación? Ya sea porque el amo lo abandona o porque existe una pérdida real: el perro también llevará a cabo su proceso de duelo animal.

Solo hace falta recurrir al archivo de historias emblemáticas, como la de Bobby, que permaneció 14 años junto la tumba de su amo. La de Capitán, un can que gracias a su intuición supo encontrar la tumba de su dueño, enterrado a 35 km de su vivienda. El suceso de Canelo, un perro que acompañó a su amo al hospital para que le practicaran una diálisis. Aunque no salió con vida, Canelo le esperó durante 12 años en la puerta del Hospital, hasta que falleció.

Cómo olvidar a Hachicko, el perro que acompañaba e iba a buscar a su amo a la estación y le esperó aún fallecido en el punto de encuentro durante 9 años hasta su muerte. Murió en la estación, sin perder la esperanza de verle aparecer.

El duelo animal de nuestro fiel amigo
Todas las experiencias que hemos relatado parecen estar unidas por un hilo común: la fidelidad. Por otro lado, y haciendo un análisis algo intuitivo en la historia de Capitán, podríamos imaginar el poder que tuvo en aquel momento su olfato como impronta de su dueño para encontrarle.

Canelo probablemente no contempló la opción de alejarse del hospital donde había fallecido su dueño. Finalmente, Hachicko no quiso abandonar su ritual de regresar, como cada tarde, a casa con su dueño. Para interpretar el duelo animal podemos valernos de la intuición o decantarnos por el lado más científico. En este artículo, trataré de integrar las dos vertientes.

Para ello, contemplaré 5 conceptos básicos que son la impronta, la conciencia del animal, el sentido del olfato, la indefensión y el lenguaje no verbal. El lenguaje no verbal será imprescindible para interpretar las emociones en este caso del animal.

La impronta que genera fidelidad
La fidelidad se referiría a una mezcla de los apartados mencionados a continuación. Si bien hay una teoría que confirmaría una calidad del vínculo humano-perro basado en una primera toma de contacto y usando los 5 sentidos básicos.

Además, las 4 primeras semanas son importantes para confiar o no en su dueño y cómo se marca este período en su memoria asociativa. Hablamos de un aprendizaje emocional vital para el perro en cuanto a confiar o desconfiar de su amo.

La ausencia de autoconciencia
Los perros no son tan hábiles como nosotros para manejar conceptos abstractos. Con ello, parece impensable que puedan poner nombre a las emociones y menos hacer una valoración del duelo que están viviendo.

En su lenguaje no existe tampoco la capacidad de categorizar el tiempo en pasado y futuro, viven el ahora. Los perros experimentan aquello que está sucediendo al instante. De ahí que tengan que guiarse por un instinto sensitivo, como el del olfato, para percibir que el olor de su amo ya no está con él.

Tampoco pueden discriminar a una persona que es etiquetada como “el dueño”, pero sí que tienen a su referente y saben que cuentan con una persona que les acompaña. De ella extraen su olor, su cariño, su disponibilidad y aunque quizás no puedan tener un recuerdo tal y como podemos tenerlo nosotros, sí son conscientes de quién está a su lado.

Son sensibles al condicionamiento causa-efecto: si recibo cada día afecto por parte de esta persona, espero recibirlo también ahora. Aunque no tengan capacidad de razonar condicionales, sí se guían por las reacciones emocionales que experimentan. Así, pueden asociar a una persona con alegría o temor; también la tristeza con su ausencia.

La expresión facial en el animal
Dentro del abanico emocional de los perros podemos identificar la alegría, la tristeza, el miedo, el asco y la rabia. Si que existen componentes faciales y expresivos que se han desarrollado por motivos desconocidos y pueden expresar también.

En este sentido, parece que ciertas reacciones por parte de los perros, como fruncir el ceño, les ayudan a proyectar la tristeza que sienten para que les hagamos compañía. No obstante, solo tomando como referencia las expresiones faciales sería difícil decidir si el perro se siente solo o siente la ausencia del dueño y pone cara triste para que le arropemos durante su duelo animal.

Por otro lado, está la vocalización que es otra forma estudiada en lobos, los ancestros de los perros, y que también es muy utilizada en los canes. Una de las formas más conocidas es el aullido. El aullido se ha usado para buscar el afecto de su jauría; por tanto, podríamos interpretar que lo ejecutan para sentirse arropados.

Su olfato identifica la ausencia
Los perros cuentan con capacidades asombrosas, como captar un amplio espectro de ondas visuales. También el rango de olores que pueden captar es mucho más amplio y tienen una capacidad auditiva de decibelios muy superior a la nuestra. De ahí que haya perros sean capaces de captar olores muy sutiles.

Un perro es capaz de detectar los olores a través de los 200-300 millones de receptores, a diferencia de los humanos que sólo tenemos 5 millones. Así, los perros lo utilizan como sentido de referencia. De hecho, la mayoría de presencias o ausencias de personas las notan por el olor.

Etapas del duelo canino
Kübler Ross dividió el duelo en cinco fases: la etapa de shock, la negación, desesperanza y la aceptación. En el caso las fases del duelo animal, la etapa de shock haría referencia en los primeros días, cuando el perro no ha vuelto a olisquear el cuerpo del amo.

Por otro lado la negación o fase de la ira o desesperanza no tendrían por qué darse. En cualquier caso, solamente se podrían interpretar a través del lenguaje no verbal. Finalmente la indefensión podría darse al ver que el amo no regresa aún…, mientras siguen pasando los días. En este sentido, para un perro es muy complicado procesar el hecho de que lo que estuvo ya no esté.

Por: Psicóloga Raquel Beneito Vilaplana