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El uso de indirectas: un modo directo de dañar relaciones

Cuando el uso de las indirectas se vuelve continuado, estaremos poniendo en práctica un tipo de comunicación perversa. Se trata de un tipo de maltrato psicológico muy evidente.

El uso de indirectas puede ser un recurso original en ciertos contextos. Sin embargo, quien hace uso de ellas en su lenguaje cotidiano con la pareja, familia o amigos, lo que provoca es tensión y sufrimiento. Porque quien dice algo pero soterradamente está expresando lo contrario, tergiversa el proceso comunicativo y pone en práctica un tipo muy sutil de maltrato; de manera especial cuando hablamos de reproches.

A menudo, descuidamos el poder que tiene el lenguaje, de manera que terminamos adoptando costumbres muy peligrosas. Así, en ocasiones, tendemos a admirar incluso a quien tiene la habilidad de utilizar el sarcasmo más afilado, a quien tiene el curioso e innegable ingenio de hacernos llegar una información de manera indirecta.

Queda claro que todo depende del contexto, de la situación y el momento. Sin embargo, no podemos negar que hay personas “abonadas” a este tipo comunicación no efectiva, potencialmente dañina y encubierta. Ahora toca preguntarse, si es tan mala, ¿por qué la usamos? Dos son los motivos principales: el primero ya lo hemos sugerido, es original, el segundo es que es una forma comunicativa en la que quien habla se protege. Siempre queda aquello de yo no he querido decir eso.

Las indirectas, y esto lo sabemos bien, rara vez son agradables. Porque a través del juego lingüístico y la manipulación se nos dice una cosa que puede significar otra. Quizás en determinados contextos, como el de seducción, el juego pueda resultar agradable, pero hay otros muchos en los que no.

El uso de indirectas continuadas y la comunicación perversa
El uso de indirectas es muy característico entre las personas pasivo-agresivas. Son esos perfiles acostumbrados a hacer uso de insultos sutiles, a proyectar culpas, a hacernos el vacío cuando las cosas no son como él o ella esperan. Si bien es cierto que todos podemos utilizar una indirecta de manera puntual en un contexto de broma y distensión, hay que saber muy bien en qué momento no es apropiado este tipo de recurso.

El profesor de psicología James K. McNulty, de la Universidad de Florida, etiqueta esta dinámica como hostilidad indirecta. Se trata de un fallo deliberado en la comunicación donde hay una falta de coherencia entre lo que se dice y lo que se pretende comunicar. Además, existe un desprecio, y de hecho es común que el uso de indirectas se acompañe de un lenguaje no verbal bastante revelador. En él podemos identificar miradas, gestos y actitudes que desprenden diferentes emociones, como el enfado, el conflicto o el desprecio.

En la mayoría de las ocasiones, nuestra comunicación no verbal es bastante más sincera que la verbal. Por ello, la persona que recibe la indirecta procesa antes el mensaje de esa mirada e incluso el tono de voz que las propias palabras. El efecto es inmediato. Y si estas dinámicas son constantes en la relación de pareja o entre ese padre y ese hijo, donde las indirectas tienen el peso del desprecio o la burla, se estará produciendo un maltrato psicológico.

¿Cómo reaccionar ante el uso de indirectas?
El profesor McNulty, antes citado, es un notable experto en el campo de las relaciones afectivas. Así, en un estudio llevado a cabo en el 2016 clarificó qué tipo de estrategias comunicativas son las más adecuadas en el seno de la pareja, esas que además, nos pueden ayudar a resolver diferencias y conflictos.

Uno de esos recursos es evitar a toda costa los mensajes de doble vínculo. Este término, acuñado por el antropólogo Gregory Bateson, define el uso de indirectas o mensajes ambiguos que boicotean y asfixian el afecto y sobre todo, el respeto. Ahora bien, tenemos claro que es necesario no hacer uso de estos recursos del lenguaje, pero ¿qué ocurre si los estamos recibiendo a diario? ¿Cómo reaccionar ante alguien habituado a hablarnos de este modo?
Veamos algunas estrategias.

Claves para frenar el uso de indirectas
Exige una comunicación eficaz. Cada vez que recibamos una indirecta, exigiremos que nos ofrezcan una información clara. Si nos echan en cara no ser lo bastante “hábiles” para no entender, podemos exigir tener ante nosotros a alguien “hábil” a la hora de comunicar.

  • Identifica al pasivo-agresivo. Es común que tras un perfil habituado a hacer uso de indirectas, esté una persona pasivo-agresiva. En estos casos, es prioritario poner barreras rojas lo antes posible barreras rojas. Hay que clarificar qué no vamos a aceptar y qué exigimos recibir.
  • Asimismo, intentemos ser nosotros mismos el mejor ejemplo de aquello que esperamos del otro. Si queremos una comunicación sincera y valiente, comuniquemos nosotros de este modo.
  • Evita ser dominado. Otro aspecto a considerar es que detrás de esta práctica se esconde a menudo un claro deseo de dominación. La indirecta, el sarcasmo y la burla son formas de boicotear la autoestima del otro y con ello, se erige una forma de dominación.
  • Así, además del lenguaje dañino, también se pueden estar llevando a cabo otras dinámicas dañinas que debemos identificar y detener. Pongamos barreras de seguridad lo antes posible.

Para concluir, si bien es cierto que las indirectas pueden ser toleradas (y hasta apreciadas) en determinados momentos, recordemos que hay situaciones en las que no son recomendables. Las emociones, sobre todo las de valencia negativa, demandan de un lenguaje sincero.