Psiconsultar Online

¿Cómo abordar una situación estresante?

Un situación estresante no deja de ser una crisis y, por lo tanto, una oportunidad de crecimiento. En este artículo hablamos de algunas estrategias moduladoras que nos pueden ayudar a gestionar el estrés en estos casos.

Hay momentos en la vida que nos causan gran impacto. Por otro lado, cada ser humano va a reaccionar de manera diferente ante la adversidad. Aun así, todos pasamos por una situación estresante. Por ello, te queremos contar cómo abordarla.
Así es, a lo largo de este artículo haremos un recorrido en el que hablaremos del afrontamiento de una situación estresante. Además, te contaremos algunas estrategias para que puedas afrontarla cuando se presente. ¡Acompáñanos!

Situación estresante, ¿qué es?
El estrés, según la Real Academia de la Lengua Española, es la ‘tensión provocada por situaciones agobiantes que origina reacciones psicosomáticas o trastornos psicológicos’.
Entonces, una situación estresante tiene que ver con aquello que nos aturde y que, además, puede causarnos malestar, bien sea físico, psicológico o social. Ahora bien, recordemos que el hecho de que nuestra salud se vea afectada no va a depender de un único factor.
Entonces, lo que genera el estrés puede estar asociado a varios factores. Las causas del estrés pueden ser diversas, te mostramos algunas de ellas:

  • Sobrecarga y falta de satisfacción laboral.
  • Asumir una enfermedad.
  • Problemas en las relaciones de pareja, familia, amistad el trabajo.
  • Exámenes.
  • Mudanzas.
  • No saber decir no.
  • No contar con tiempo libre.
  • La muerte de un ser querido.
  • Falta de tiempo para dedicar al ocio o realizar tareas.
  • Atascos de tráfico.

Aunque pueda parecer que todas las causas son mentales, existen algunas causas físicas. Por ejemplo: sobresfuerzo, malas posturas, falta de sueño, hambre, variaciones de peso inusuales, dolores de cabeza frecuentes, y dermatitis atópica, entre otras.
Estrategias para abordar una situación estresante
Hay diferentes formas de abordar las situaciones estresantes. Al hacerles frente, aumentamos nuestro bienestar, por lo tanto, se da una mejora en nuestra calidad de vida. Sin embargo, estas estrategias requieren de dedicación. Veamos algunas.

Comunicación para abordar una situación estresante
Nos comunicamos constantemente. Sin embargo, la pregunta es, ¿lo hacemos de forma asertiva? La comunicación de este tipo requiere que seamos conscientes del mensaje que queremos transmitir y que gestionemos nuestras emociones y pensamientos para que, al decírselo al otro, este llegue de la forma más efectiva posible.

Por otro lado, cuando hablamos de comunicación, no solo nos referimos a lo que comunicamos a través del lenguaje escrito, también a lo que se proyecta a través del lenguaje corporal. Entonces, una comunicación asertiva, implica que tengamos todas esas áreas en cuenta.

¿Por qué nos puede ayudar a asumir una situación estresante la comunicación? Porque, al transmitir el mensaje adecuado, le ponemos una barrera a la tensión que podría generar el hecho de no manifestar lo que pensamos. Además, también es una buena forma de pedir ayuda, sumando fuerzas para afrontar un determinado reto.

Gestión emocional
Este es un asunto esencial para afrontar a una situación estresante. Consiste en hacer una buena gestión emocional. Al principio nos puede resultar complejo, pero una vez nos acostumbremos a saber cuál es el momento adecuado para expresarlas y cómo hacerlo, será más sencillo.
Imagina que tienes tanto estrés en el trabajo, mezclado con ira, y te gustaría tirar todo al suelo. Lo más correcto en esa situación sería no hacerlo, para que no se salga de tu control. Sin embargo, puedes encontrar otro momento para expresar eso que sientes, por ejemplo, ¡a través de la meditación!

Resiliencia tras una situación estresante
Todos podemos desarrollar esta capacidad. Se trata de sobreponernos a los problemas. Es decir, seguir adelante cuando las adversidades se multiplican. Por otro lado, la resiliencia tiene que ver con los elementos de apoyo con los que cuenta una persona -que pueden ser humanos, pero también materiales-, al igual que con la actitud o su jerarquía de prioridades efectiva -no la ideal, sino la que realmente emplea para tomar decisiones-.

Organizar el tiempo
Podemos sentirnos abrumados al pensar que no contamos con el tiempo suficiente como para hacer todo lo que queremos. Merece la pena que nos detengamos a pensar en cuáles son nuestras prioridades, y según estas vayamos estableciendo un cronograma de actividades.
La idea es que lo sigamos. Para ello, es fundamental que no nos pongamos metas tan altas, y que seamos disciplinados. Esto ayudará a que no nos autosaboteemos.

Seguir una rutina
La rutina hace que disminuya el desgaste cognitivo diario. Tomamos una decisión y el resultado ya lo aplicamos siempre, lo que hace que no tengamos que pasar cada vez por la misma encrucijada. Esto facilita que podamos dedicar recursos a otras decisiones, de manera que tomarlas se vuelva una situación menos amenazante, estresante.
La rutina nos proporciona seguridad, porque tenemos algo claro de lo que estamos por hacer. Por otro lado, nos ayuda a que nuestro tiempo este organizado, y si contamos con hábitos saludables, repercutirá en nuestro bienestar.

Dejar fluir
Consiste en no anclarnos a una situación. Hay algunos problemas que podemos solucionar y otros no; en muchos casos, lo difícil es distinguir unos de otros.
Dejar fluir también significa no nadar en contra de la corriente; adaptarnos, aceptar aquello que no podemos cambiar. Mostrarnos rígidos solo aumenta en muchos casos la tensión que tenemos que soportar, hasta que llega un punto en el que nos rompemos.

Mantenernos en el momento presente
Cuando nos quedamos pensando en que hubiera pasado si, o lo que deberíamos haber hecho, le estamos otorgando una importancia enorme al pasado. Así, en muchos casos nos hacernos daño, pues alimentamos emociones como vergüenza, la tristeza o la culpa.

Las emociones en sí, tienen valencia, pero no son malas o buenas. Por otro lado, su efecto sobre nosotros, su manera de condicionar nuestro estado de ánimo dependerá en buena medida de la gestión que hagamos de las mismas. Por otro lado, una de las perores formas de realizar esta gestión es darle vueltas y vueltas a los pensamientos que inspiran, como si constituyeran un chicle.

Algo parecido pasa cuando estamos ubicándonos todo el tiempo en el futuro, alimentamos la ansiedad, lo que puede provocarnos gran malestar. Pensar en ello no está mal, lo que nos perjudica es echar el ancla en ese lugar.

Para cultivar el momento presente podemos acudir a técnicas del mindfulness que nos invitan a desarrollar la consciencia plena. De hecho, hay investigaciones que soportan el valor de practicarlas, Shapiro, Carlson, Astin y Freedman en su artículo publicado en la revista Journal of clinicalPsychology, nos muestran la efectividad del Mindfulness para tratar tanto los síntomas físicos como los psicológicos.

Ahora bien, tengamos en cuenta que, como no siempre podemos con todo, no está demás pedir ayuda. Hay profesionales expertos que pueden actuar como sostén en esos momentos difíciles, como los psicólogos.
Situaciones estresantes hay miles, y van a causar más o menos malestar dependiendo de distintas variables. Lo fundamental es tener en cuenta algunas estrategias para no hacernos daño. Comprender, que las emociones negativas hacen parte del camino, y que no está mal sentirlas, pero sí contenerlas o ignorarlas sin gestionarlas.

 Por: María Alejandra Castro Arbeláez