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Conjugar el verbo cambiar puede arruinar una relación

Son muchas parejas las que conciben el amor como una forma de cambiar al otro o a uno mismo. Pero ese cambio no lo tratan como una forma de crecer juntos como pareja y como individuos, sino como una forma de conseguir obtener lo que consideran «la pareja perfecta».

En esta búsqueda de la pareja perfecta conciben su relación como un reflejo de sus propios deseos. Tratan al otro como si no tuviera fondo ni forma, sino que se construyera a través del cumplimiento de lo que el otro miembro de la pareja desea.

Entonces, empiezan a conjugar el verbo cambiar sin pudor. Pasan de decir al principio de la relación aquello de «no cambies nunca» pero que rápidamente evoluciona a «puedes cambiar algunos detalles que ya no me gustan», y que, por desgracia para ellos, termina con un «has cambiado y ya no te quiero».

En esta forma patológica de ver las relaciones de pareja, los protagonistas utilizan el chantaje emocional para poder obtener lo que desean. Así, conjugan el verbo cambiar para obtener su ansiada pareja perfecta hasta que se dan cuenta de que sus deseos van cambiando con el tiempo y sus parejas no pueden cumplir todo lo que buscan a cada momento.
Las parejas no están para cumplir las necesidades del otro como individuo. Las parejas tienen que enmarcarse en la búsqueda del espacio de un nosotros, pero manteniendo el yo de sus miembros.

Cuando cambiar un poco se vuelve costumbre
Una vez que se inicia la relación, estas parejas dañinas que buscan ese ideal de pareja perfecta comienzan a fijarse en esos considerados pequeños detalles que no les satisfacen en su pareja. Entonces, con el sutil arte de la sugerencia, manejando la culpa o la obligación en el otro, empiezan a proponer pequeños cambios.

Con el tiempo, esta manera de cambiar poco a poco, se convierte en una forma de relacionarse dentro de la propia pareja. En esa dinámica del cambio se pierden de vista los objetivos y las emociones negativas dominan la relación, porque ya no se busca un crecimiento conjunto sino la dominación del otro.

Deja de existir la libertad de acción entre los miembros de la pareja y se instaura la tiranía de la dominación o sumisión hacia los deseos de uno de los miembros. O lo que es peor, deja de buscarse la consonancia de la pareja para buscar la satisfacción personal. Pero, esta forma de satisfacción va cambiando con el tiempo y, por tanto, la pareja nunca se llega a adaptar a lo que el otro quiere.

Cambiar en pareja es buscar la adaptación al entorno
Esto no quiere decir que dentro de las parejas no entre el concepto de cambio. El cambio es normal desde el punto de vista de la adaptación al entorno. Otros sistemas con los que la pareja se relaciona están en continuo proceso de cambio: las amistades, la familia o los trabajos marcan las relaciones en muchos sentidos.

Por ello, las parejas están en un continuo proceso de trasformación y crecimiento para adaptarse al contexto cambiante que les rodea. Esto no significa que esos cambios deban de dirigirse a la satisfacción de necesidades individuales de alguno de sus miembros sin tener en cuenta al otro. El cambio debe de producirse en consonancia con ambos miembros y buscando la mejor adaptación al entorno, sin menoscabar las necesidades de cada miembro.

Numerosos estudios muestran que, el éxito en resolver los inconvenientes o problemas que los cambios acarrean a la pareja, tienen igualmente que ver en gran medida con el significado que esta les atribuya.

En este sentido, los cambios que aportan crecimiento y adaptación al entorno si resultan manejables y posibles de superar se convierten en momentos de aprendizaje y crecimiento.
El «has cambiado» como trampa que lleva a la ruptura

Pero si el cambio en la pareja se produce de forma egoísta, llegamos a la trampa del «has cambiado» como excusa para la ruptura de la relación. Esto sucede porque los cambios no se han establecido como una oportunidad de crecimiento de la pareja, sino como un obstáculo.

Este obstáculo son los deseos de uno de los miembros. Pero la pareja no se construye para cumplir las expectativas o deseos de un individuo sino para crecer dentro de una realidad imperfecta que nos sorprende día a día.

Si reflexionamos un poco, nos daremos cuenta de que, cuando intentamos cambiar a alguien porque tiene una forma de ser que no nos gusta, habitualmente lejos de obtener lo que queremos, conseguimos el efecto contrario. Esto en una pareja no iba a ser la excepción. Si hay algo que no te gusta de ella o lo aceptas tal y como es o es que no es amor lo que realmente sientes.

Por: Lorena Vara González