El miedo, la rabia, la alegría y la tristeza son las cuatro emociones básicas del ser humano. Todos las sentimos en cualquier época, edad y cultura. Pero, ¿sabes cómo dominarlas? ¿eres consciente de ellas?
Estas emociones no están en nuestro día a día por una cuestión arbitraria o caprichosa, sino que desempeñan un rol principal en nuestro desarrollo psicológico. Esto significa, que sirven para avisarnos y guiarnos en la conservación del organismo y en la socialización con los demás.
Quizás sea un poco difícil de comprender esto que parece tan técnico o sacado de una enciclopedia. Pero lo que es importante recordar es que todos tenemos miedo, sentimos rabia, nos alegramos y nos entristecemos, porque de esta manera la mente y el cuerpo se desarrollan y nosotros podemos trascender como seres humanos y socializarnos.
Hemos aprendido (y lo seguiremos haciendo) de nuestras emociones. Por lo tanto, si has tenido un episodio bonito donde todo era felicidad, es probable que eso haya formado tu carácter, al igual que si has sufrido un acontecimiento que te entristeció o algo que te ha dado mucha rabia o temor.
No importa la edad que tengamos, donde vivamos o de qué trabajemos. Sin excepción, sentiremos estas cuatro emociones básicas en más de una ocasión. Esto se debe a que las emociones son informaciones muy útiles, nos permiten saber cómo estamos aquí y ahora, siendo una guía de aprendizaje para nuestra vida, para comprendernos y para saber cómo continuar, si les prestamos atención.
No existen emociones buenas o malas, como solemos creer o categorizar lo que sentimos. Lo que sí hay, son emociones que nos pueden ser más o menos agradables. Cada una de ellas tiene una función específica y todas son necesarias.
¿Qué función cumplen las emociones básicas?
Estas cuatro emociones básicas o primarias del ser humano, son una cualidad energética, ya que nos permiten actuar de forma expansiva con los demás (la rabia y la alegría) o con nosotros mismos (la tristeza y el miedo). Analicemos, pues, las cuatro emociones básicas por separado, para así poder conocer su función específica en nuestra vida:
-Miedo. Es una emoción conocida por los expertos como “de repliegue”, se encuentra incluida en el grupo de las reflexivas y su función es advertirnos sobre la inminente presencia de un peligro, ya sea de recibirlo o de causar nosotros algún daño.
Nos permite a su vez, evaluar cuál es la capacidad que poseemos para afrontar las situaciones que percibimos como amenazas. Si aprendemos a conocer primero y a gestionar el miedo después, experimentamos la prudencia y nos alejaremos del pánico, la fobia o de la temeridad.
-Alegría. También conocida como “la emoción de apertura”. Cumple la función de ayudarnos a crear vínculos hacia los demás, por ello se encuentra entre las emociones expansivas (junto a la ira).
Puede manifestarse de diversas maneras, siendo las más frecuentes la ternura, la sensualidad y el erotismo. Si gestionamos bien la alegría, podremos alcanzar la serenidad y la plenitud. Si no la sabemos manejar bien, nos conducirá hacia la tristeza, la euforia o la frustración.
-Tristeza. Se encuentra dentro del grupo de las de repliegue y es conocida como la más reflexiva de todas. Evoca siempre algo que ha ocurrido en el pasado y su función es ayudarnos a estar conscientes de una cosa, situación o persona que hemos perdido o añoramos.
La tristeza también nos sirve para soltar y dejar ir lo que no nos pertenece o nos hace mal. Por último, otra de las funciones de la tristeza es la de permitir a los demás que nos acompañen, evitando volvernos demasiado vulnerables o dependientes.
-Rabia. Es la segunda emoción expansiva. Se trata de un impulso, una manera de quitarnos algo o alguien de encima, sacar afuera lo que nos molesta, lo que creemos injusto o lo que nos está haciendo daño.
La rabia implica una sobrecarga de energía, que en ocasiones, nos ayuda a cumplir la realización de lo que queremos o nos asegura la necesidad de amenaza. Por ello, no debe ser considerada siempre como “negativa”. Lo que ocurre es que a veces, en vez de ayudarnos a resolver lo que sucede, se convierte en un problema más, si llevamos su expresión al extremo.
Sería una especie de limpiador efectivo para todo lo que nos pesa. Pero atención, que para ello debemos reconocerla, aceptarla y gestionarla correctamente.
Una vez que seamos conscientes de nuestras emociones y aprendamos a vivir con ellas, será más simple darnos cuenta que son todas positivas para nuestra vida.