Existen numerosas actividades que podemos realizar para mejorar nuestro estado emocional. Esto significa que pueden ser entrenadas.
Los seres humanos somos los únicos animales capaces de aumentar nuestro sufrimiento, por ejemplo, a través de los pensamientos distorsivos.
Pero también tenemos la habilidad de poder potenciar nuestro bienestar. Existen numerosas actividades que podemos realizar para aumentar la salud emocional. Esto significa que pueden ser entrenadas, es decir, pueden desarrollarse y eso depende en gran medida de la voluntad individual y del estímulo de entorno.
Muchas investigaciones han comprobado que meditar de manera regular produce modificaciones en nuestro cerebro. Estos resultados también sugerirían que la meditación cumple un rol en la plasticidad sináptica, es decir, en la capacidad de las neuronas de generar mayor número de “conversaciones” entre ellas. También la meditación se correlaciona con mayores niveles de bienestar.
El mindfulness, una de las terapias más relevantes basadas en la meditación, es una manera de ocuparse en vivir y estar mejor. La ciencia ha demostrado que, durante la meditación, los lóbulos parietales, que procesan nuestro sentido de orientación y autoconocimiento, disminuyen casi por completo su actividad. Y también cae la actividad de la amígdala, que es una región involucrada en el proceso del miedo.
Asimismo, se ha observado que algunas prácticas de meditación mejoran la función inmune al registrar un aumento en los niveles circulantes de anticuerpos. La meditación se correlaciona con mayores niveles de bienestar, menor número de enfermedades y hasta más longevidad.
Conocemos esta valiosa información gracias a que en los últimos años se abordaron, a través del trabajo interdisciplinario, diversos temas que fueron siempre concebidos como antagónicos a la ciencia. Este afán por construir puentes con otras disciplinas representa uno de los aspectos más fascinantes de las neurociencias modernas.
* Presidente de la Fundación INECO y rector de la Universidad Favaloro. Del prólogo del libro “Mindfulness. La meditación científica”.
Por: Facundo Manes