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¿Cuáles son los límites en mi relación de pareja?

Cuando hablamos de límites en cualquier relación social, nos estamos refiriendo a esos criterios propios que son inviolables o innegociables. Hay ciertos límites que normalmente son compartidos por casi todo el mundo, tanto en el área familiar, como social o de pareja, pero otros muchos son personales y los establecemos con las demás personas de nuestro entorno conforme a lo que nosotros estamos dispuestos a tolerar.

En el ámbito de la pareja, los límites pueden variar muchísimo de una persona a otra. Hay personas que son capaces de soportar e incluso llegar a perdonar una infidelidad y otras que jamás lo harían, por muy enamorados que estén de su pareja. En este sentido influye mucho la educación que ha recibido cada uno, las experiencias personales, así como los valores y la autoestima.

No obstante, es recomendable saber que aunque cada uno pueda establecer sus límites personales y que entre estos pueda haber diversidad de criterio, hay conductas del otro que no deberíamos dejar pasar, si es que queremos conservar nuestra autoestima y nuestra dignidad.

Límites y dependencia emocional
Casi todo el mundo tiene claro qué es lo que no quiere en su relación de pareja. Sin embargo, de manera frecuente ocurre que, cuando esos límites -establecidos de manera personal- son rebasados por el otro, la persona sigue en la relación y no se siente capaz de terminarla y emprender otro camino.

Es como que aun sabiendo que aquello no les conviene en absoluto, prefieren el sufrimiento diario al dolor de la pérdida para siempre.
Contemplan a su pareja como una necesidad vital, como el alimento o el descanso, y por lo tanto eldesapego se hace imposible. El miedo a perder a su “ser amado” es tan grande para algunas personas que son capaces de aguantar comportamientos como la mentira, el maltrato o la anulación con tal de mantener la relación.

Esta forma de pensar en la pareja como una necesidad es el resultado de la dependencia emocional y surge cuando no somos capaces de imponer nuestros criterios y establecer límites fijos.
El pensamiento del dependiente normalmente es expresado de la siguiente forma: “Seguro que cambiará”, “No es para tanto…quizás yo esté exagerando”, “Lo hace porque está estresado, esto no durará siempre”, etc.

Justifican la conducta de la pareja aunque esta les esté haciendo daño porque necesitan darse a sí mismos argumentos. Razones, que aunque en su interior saben falsas, al menos momentáneamente les tranquilizan, hacen que perdonen a su pareja y sigan con la relación.

Límites y autoestima
La autoestima saludable, es decir, aceptarse incondicionalmente a uno mismo, es el pilar de la salud mental y el bienestar emocional. La baja autoestima o la falta de aceptación es, por otro lado, el punto de partida de muchos de los problemas psicológicos.

Aceptarse y quererse a uno mismo, con defectos, virtudes, limitaciones y potencialidades es lo que realmente necesitamos si queremos ser felices.

La autoestima tiene mucho que ver con los límites, en todas las áreas vitales y especialmente en la pareja. Si valoro más a la otra persona que a mí mismo o si creo que no soy capaz de estar solo, que necesito a esa persona para ser feliz o que mi pareja es la que le da sentido a toda mi existencia, estaré colocando minas muy potentes en mi autoestima. Minas, que por otro lado, pueden explotar en cualquier momento.

Esto es en cierto modo peligroso porque, si lo dejamos pasar, podemos llegar a un punto en el que nos sea muy difícil salir de la relación o en el que nos encontremos profundamente tristes con esa pareja.

Solo podremos ser felices en pareja si sabemos qué es lo que estamos dispuestos a permitir y que no, qué es lo que queremos para nuestra vida.

Al tenerlo claro y ser consecuente con ello, no subordinamos por sistema nuestras necesidades a las necesidades del otro. Una actitud que no es para nada egoísta, si es que el lector llega a pensar eso, sino más bien sensata. Si estamos en paz y en consonancia con nuestras ideas y valores, podremos estar en armonía con la otra persona y a su vez, esa persona también se sentirá mejor con nosotros.

¿Qué no deberíamos dejar pasar?
Como hemos comentado al comienzo, lo que cada uno quiere para su relación de pareja tiene tientes muy personales. Si estamos dudosos con nuestra relación, podríamos preguntarnos: ¿Es esto lo que quiero para mi vida?, ¿me veo con esta persona de aquí a cinco años?, ¿es este comportamiento algo que estoy dispuesto a tolerar?

Lo más importante, si te planteas estas preguntas, es ser sincero con las respuestas. Las respuestas afirmativas serían razones para dejar la relación, a sabiendas de que probablemente después vamos a tener que pasar un proceso de duelo en el que nos vamos a tener que reconstruir.

Quizás el  duelo no sea algo agradable, pero aùn más desagradable es un duelo para toda la vida, día a día.
¿Y qué es lo que nunca tendríamos que tolerar? Una de las cosas que ningún ser humano debería tolerar por parte de otro es ser anulado como persona, es decir, que tus gustos, valores y opiniones sean vetados.

Nadie puede decirle ni ordenarle a otra persona que deje de ser quien es porque entonces no tiene sentido el haberlo elegido como pareja. Y si aun con ello, no nos gusta esa persona, siempre podemos dar marcha atrás, pero nunca decirle quien ha de ser o como ha de comportarse.

Evidentemente, otro límite que tendríamos que tener claro es el maltrato en sus dos vertientes, tanto la física como la emocional. No podemos permitir que nadie nos maltrate porque nadie tiene el derecho a hacerlo: encontrar justificaciones para el maltrato solo hará que alargues la situación en el tiempo. Deja la relación la primera vez que se produzca.

Por último, no permitamos que nadie nos coarte la libertad individual. Es lo más valioso que tenemos. Tenemos que ser libres para salir y entrar, para decidir que estilo de vida queremos llevar, para tener nuestros amigos, etc.

Por lo tanto, has de poner tu libertad siempre por encima de todo.
Y recuerda…el amor, no todo lo puede. A veces el amor hay que pensarlo y no solo sentirlo.

Por: Alicia Escaño Hidalgo