Generalmente en cuestión de amores, nosotros casi nunca nos cuestionamos acerca del por qué nos enamoramos de determinadas personas. Es decir, es hasta que estamos en una relación, y generalmente cuando surgen las diferencias, que comenzamos a cuestionarnos, sobre lo que pudo haber influido para que nos hayamos enamorado de una persona y no de otra; y sobre todo, nos lo cuestionamos con más frecuencia, cuando terminamos con una relación, pues vuelve a surgir otra interrogante: ¿Es que dejé (o dejamos) de sentir atracción o simplemente no luché lo suficiente para conservar este amor?
Es claro que todas las relaciones comienzan con una atracción. Primero debe llamarte la atención una persona para poder acercarte a ella o para tener el deseo de conocerle más, esta atracción, cabe destacar, no podemos limitarla a la belleza física, o a los cánones establecidos de ella socialmente, ya que más de alguno de nosotros habremos conocido a alguien que para otros sea sumamente atractivo, pero a nuestros ojos no lo sea, y no sintamos esa “química” de la que tanto se habla la cual está más íntimamente ligada al enamoramiento que al amor en sí.
Pero ¿de qué se trata realmente esa química del amor?, ¿realmente existe una afinidad más allá de lo que llegamos a comprender, debemos creer en todas esas historias románticas que nos dicen que tenemos a otro destinado para nosotros y que es por ello que cuando conocemos a alguien especial, terminamos enamorándonos rápida y profundamente de él?
Podríamos creerlo, pero hacerlo fielmente nos podría incitar a caer en una trampa muy frecuente en torno a las relaciones amorosas: dar el amor por sentado y pensar que sólo por ello durará por siempre, con la misma intensidad, profundidad y sanamente, sin que nosotros tengamos que hacer nada para mantenerlo.
Todas las personas de este mundo provenimos de una historia de amor, independientemente de las vertientes y particularidades de cada uno de nosotros, nacimos de unos padres, que se amaron por poco o mucho tiempo y a su vez nos amaron desde que nacimos y sobre todo, nos sembraron la semilla del amor, con el cual nos conduciremos toda nuestra vida, y más que el destino, esto es lo que nos marca el camino que seguiremos en cuanto a las elecciones de pareja.
Es decir, que cuando conocemos a una persona especial, es aún más especial de lo que pensamos, pues ésta es justo compatible con lo que a partir de nuestras referencias de amor aprendimos, no lo detectamos a simple vista, pero nuestra mente sí, es por eso que el amor es tan poderoso y, sobre todo, tan selectivo.
Una vez pasando esa primera etapa, la de la atracción, o de la selección, como sea que queramos llamarle, por supuesto que de ahí surgen reacciones químicas en nuestro cuerpo, cuando estamos enamorados, nunca tenemos duda de ello, y nuestro cuerpo es el que menos duda al respecto; pues es en esa etapa en la que hay mayor nivel de serotonina, nos sabemos y sentimos más felices cuando estamos al lado de quienes amamos. Así es que, como respuesta de lo que sentimos físicamente, y de las reacciones que tiene nuestro cuerpo, demostramos actitudes particulares; siempre que hemos estado enamorados, seguramente habremos escuchado de la gente que nos rodea que nos ve más sonrientes, incluso, que se nos ilumina la mirada cuando vemos o hablamos del ser amado, y sentimos que queremos abrazarle y estar cerca de éste todo el tiempo, y eso no es coincidencia. Es resultado de esta química – atracción.
¿Y después del enamoramiento qué sigue? Es verdad que esta es una de las mejores y más intensas etapas de todo ser humano, pero no es eterna, y generalmente dura sólo unos meses, pero eso no indica que ahí termina todo el encanto, después del enamoramiento que es la etapa en la cual estás conociendo a tu pareja, y probablemente sea cuando más perfecta le veas, y que, aunque realmente ésta sea una persona llena de muchas virtudes como seguramente le ves, también como todas las demás, tiene sus defectos, muchos o pocos, pero los tiene. Es entonces que después del enamoramiento comenzamos a conocernos mejor, con nuestros pros y nuestros contras, con nuestras virtudes y defectos; y logramos establecer un punto medio de nuestra convivencia de pareja, y ahora podemos darle paso al amor real. Es cuando se requiere de mayor dedicación y cuidado de nuestra parte para mantener ese amor y relación. Un amor real y sano al que todos aspiramos y como el que todos merecemos.
Por: Psic. Vianey Torres Peña.