Siempre llega un momento en nuestras vidas en que empezamos a practicarlo. Nos referimos al arte de llenarnos de cosas saludables: personas, situaciones, cosas… Unos lo llamarán egoísmo, yo, sin embargo, lo llamo dignidad personal. Porque si no tenemos amor propio, ¿a qué tipo de amor podemos aspirar?
Al día de hoy, uno de los aspectos que mayor interés suscita en el ámbito de la psicología es sin duda el tema del amor propio o la autoestima. Cada día “florecen” más enfoques, más técnicas y renombrados gurús que pretenden darnos la fórmula perfecta. Sin embargo, hay un aspecto que debe quedarnos claro: el amor propio no se encuentra fuera de nosotros, se construye, se hilvana con delicadeza y se riega cada día como la semilla más poderosa de nuestro ser.
Muchos expertos en el mundo emocional nos explican que la clave del problema del amor propio está en nuestra educación. No nos enseñan a querernos a nosotros mismos, a poner límites, a confiar en nuestras capacidades. Todo ello, hace que poco a poco vayamos creando un sucedáneo de autoestima basado en exclusiva en nuestras interacciones con los demás.
La imagen de nosotros mismos se enhebra en lo que otros piensen y digan. Nos convertimos casi sin saber cómo, en frágiles luciérnagas buscando un foco de luz y soñando con ser “especiales”. Cuando en realidad, lo único que necesitamos es aprender a ser nosotros mismos, aceptarnos con nuestras grandezas, defectos e identidades. Te proponemos reflexionar sobre ello.
El amor propio no lo es todo: practica la autocompasión
Este tema resulta sin duda fascinante. Si hacemos una pequeña revisión a gran parte de los libros de autoayuda o crecimiento personal, nos daremos cuenta de que muchos de ellos asocian el amor propio al éxito. Con una autoestima alta, se supone que uno puede alcanzar el éxito profesional. Con un amor propio definido y sin fisuras, nuestras relaciones afectivas son más satisfactorias.
Sin embargo, este tipo de relaciones no siempre se cumplen. El amor propio no es una garantía de éxito, es un valor personal que nos confiere auto respeto y la reafirmación de nuestro ser. Gracias a él disponemos de unas mejores capacidades para relacionarnos, para sobrevivir y formar parte de nuestras dinámicas cotidianas. Sin embargo, una alta autoestima no nos garantiza al 100% triunfar en cada ámbito de nuestra vida.
En los últimos años se habla de un nuevo e interesante concepto: el de la autocompasión. Según un artículo publicado en la revista “Personality and Social Psychology“, deberíamos ver esta estrategia como un modo de alcanzar una auténtica plenitud personal. Sería como llegar a un nivel más profundo del amor propio.
La autocompansión supone en primer lugar, atender nuestros errores y nuestras limitaciones con respeto, con compasión. Nos abrazamos a nosotros mismos como personas que merecen una nueva oportunidad para seguir avanzando a pesar de haber fracasado en alguna ocasión.
Asimismo, esta dimensión nos propone dejar de juzgarnos, de estar a la defensiva y de compararnos con los demás. Hay que mantener una mente abierta y un corazón cálido que se respeta a sí mismo cultivando el optimismo, y por supuesto la humildad. Solo así logramos validar nuestras cualidades, grandezas y nuestro potencial de forma realista.
El amor propio se cultiva, se protege y se defiende
Puede que te llamen egoísta cuando te priorizas. Es muy posible, también, que te acusen de cobardía cuando te das cuenta que ese proyecto ya no merece tus energías. Porque cuando las amarguras queman, cuando las penas duelen y cuando las ilusiones tienen la forma de sueños rotos, es necesario hacer acopio de amor propio y simplemente avanzar con entereza, haciendo oídos sordos a las palabras dañinas.
Lo creamos o no, el amor propio es un concepto que muchos confunden. El amor propio no es orgullo, en especial, porque el que se respeta a sí mismo no busca sentirse superior a nadie. El orgulloso es aquel que no se ha sanado por dentro, que actúa a la defensiva, haciendo daño, vulnerando. Estas dos dimensiones son opuestos de una misma moneda.
Veamos a continuación, qué ejes delimitan en realidad el amor propio y cómo debemos reforzarlo.
Claves para defender y construir tu amor propio
Haciendo referencia a la cita de Shakespeare anteriormente señalada “sabemos lo que somos pero no lo que podemos llegar a ser” nos daremos cuenta de que en la actualidad, esta idea no se cumple. Las personas nos pasamos la vida soñando con lo que deseamos ser, con aquello que nos gustaría alcanzar, pero en realidad, nos olvidamos de algo: de practicar el autoconocimiento.
- Carl Rogers ya escribió sobre ello en su momento: “solo cuando me acepto tal y como soy, puedo cambiar, puedo mejorar”. Es necesario tenerlo en cuenta, el amor propio implica por encima de todo dejar a un lado el “yo debería ser” hacia el “yo soy”. Solo así nos conferimos ese brillo personal que hasta no hace mucho, habíamos llenado de sombras.
- Otro aspecto a tener en cuenta, y que sin duda no siempre ponemos en práctica es el de la autosatisfacción. Disfruta de ti mismo, aprecia lo que eres, lo que has hecho e incluso los errores dejados atrás. Todo ello configura un precioso “mandala“ donde se contiene todo tu ser en continuo crecimiento.
Deléitate con cada una de las tonalidades de tu vida, de cada forma, de cada movimiento. Es una creación propia que te define y que debe inspirarte cada día. Queda claro que en nuestra existencia no podemos aspirar a una total satisfacción personal, pero mereces y debes luchar por conseguir al menos un 80%.
Porque recuerda, cuando menos nos aceptemos más necesitaremos de la aceptación de los demás, y nadie, absolutamente nadie, merece este tipo de esclavitud.