La resiliencia en las familias conforma un tejido capaz de crear vínculos fuertes con los que afrontar cualquier adversidad. Es clave por tanto, sembrar esas semillas de fortaleza incombustible en días de sol para que nos ayuden en momentos de tormenta.
Las familias resilientes se caracterizan por haber hecho frente a más de una dificultad. En ese proceso, han fortalecido sus alianzas, han aprendido recursos y acumulado reservas para encarar la vida no solo con mayor entereza, sino también con más amor, humildad y esperanza. No siempre es fácil mantenerse unidos ante determinados desafíos del destino, pero hay quien lo logra junto a los suyos de manera efectiva.
Puede que el término ‘familias resilientes’ nos llame la atención; sin embargo, no estamos ante un concepto nuevo o ante un enfoque innovador sobre la resiliencia. Ahora sabemos que el desarrollo de esta competencia viene dado en muchos casos por nuestro entorno familiar. Ese escenario primario en el que crecemos es clave a menudo para edificar las raíces de la resiliencia.
Por otro lado, hay un aspecto relevante que señalan los expertos en esta materia como los doctores RolandAtkinson, Allan Martin y CR. Rankin, (2009). Sería muy beneficioso entrenar a las familias en los componentes que erigen esta dimensión. La resiliencia debe sembrarse en días de sol con el fin de que crezca lo suficiente para ayudarnos en días de tormenta. No hay que esperar por tanto a la adversidad para cultivar esta herramienta tan necesaria para nuestro bienestar psicológico.
Familias resilientes, ¿cómo son?
Salvador Minuchin, psiquiatra, pediatra y reconocido experto en terapia familiar, concibió la familia desde un perspectiva sistémica, ahí donde todos sus integrantes se relacionan y se influyen de manera determinante entre sí. De este modo, la habilidad para afrontar realidades tan concretas, como problemas económicos o de salud, dependerá mucho de la personalidad y los recursos de sus integrantes y del modo que interaccionen entre ellos.
Hay familias, por ejemplo, incapaces de dar un soporte efectivo a los suyos. Son esos microcosmos sociales donde no hay sinergias ni sintonías, donde no existe una unidad familiar firme y fallan las alianzas cuando las cosas van mal. A todos nos pueden sonar este tipo de realidades y conocemos sin duda las consecuencias.
Así, expertos en el tema como la doctora Fiona Walsh, de la Universidad de Boston, nos explica en un estudio que una de las claves para garantizar el bienestar psicológico del ser humano estaría sin duda en poder enseñar y facilitar a los padres y a las madres, esos pilares que construyen a las familias resilientes. Conozcamos esos componentes a continuación.
Apego y apoyo
Todo vínculo satisfactorio exige sentir la impronta del afecto, de la seguridad, del amor saludable que respeta sin hostigar, que apoya sin condiciones o chantajes. De este modo, el primer pilar de las familias resilientes es sin duda el del apego y el apoyo, ahí donde todos los miembros se confieran ese lazo cálido pero fuerte que no permitirá caer a nadie. No importa lo que pase, ese núcleo familiar siempre permanecerá unido, apoyando y nutriendo emocionalmente.
Valores familiares
‘En esta familia creemos en el amor y el respeto. No toleramos las mentiras, no aceptamos las palabras que duelen y las conductas que desprecian. En este hogar defendemos los abrazos y las palabras bonitas. Respetamos las opiniones, aunque no coincidan con las nuestras. Valoramos también el pasar tiempo juntos, hablarnos con sinceridad, pedir ayuda cuando se solicite y apoyar siempre y en cualquier circunstancia… ‘. Estas ideas, son simples ejemplos de esos valores que deben constituir la base de toda familia resiliente.
Cohesión y flexibilidad
Una premisa esencial de las familias resilientes es que el todo es mayor que la suma de sus partes. ¿Qué significa esto? Básicamente que en la unidad familiar no destaca solo ese padre o esa madre que ostenta todo el poder y la autoridad. Una familia es una alianza basada en la interdependencia, el respeto y la unidad, ahí donde todos son igual de valiosos.
A su vez, y no menos importante, tenemos el principio de la flexibilidad. En las familias felices no existen los patrones rígidos, no hay moldes en los que todos deban entrar para satisfacer ese ideal del padre o esos deseos de la madre. Cada miembro tiene derecho a crecer, a elegir, a construirse a sí mismo. Porque flexibilidad es sinónimo de respeto y libertad.
Comunicación en las familias resilientes
La comunicación es esa herramienta indispensable que bombea todo vínculo, que hace posible cualquier alianza y la superación de todo problema. Una familia que facilita espacios para la comunicación, la escucha empática, la asertividad y la comprensión, puede encarar unida casi cualquier circunstancia. Pocas dimensiones son tan básicas en nuestro tejido social que saber comunicar y permitir comunicar al otro con apertura y apreciación.
Tiempo compartido y rituales familiares
Otro de los nutrientes indispensables en las familias resilientes es el compartir tiempo juntos. Bien es cierto que no siempre es posible hacerlo tanto como nos gustaría, pero es esencial que cada instante compartido sea de calidad; de ahí la importancia de los rituales. Con este último término nos referimos a esos momentos que repetimos cada día y con los cuales, alimentamos nuestras alianzas y afectos.
Así, y como ejemplo, compartir con los niños esos ratos junto a su cama donde leerles un libro o simplemente hablar para preguntarles por su día, es un ritual que fortalece la relación, que mejora la confianza y esos lazos que perduran siempre.
Para concluir, la resiliencia en la familia se conforma mediante esas dimensiones donde discurre el amor, el respeto y el compromiso por promover y garantizar el cuidado de todos los miembros. Recordemos, el todo siempre es mayor que la suma de las partes y esto debe definir siempre a toda unidad familiar.
Por: Valeria Sabater