¿Qué es la hipocondría? ¿Cómo puede estar afectando la pandemia a las personas que la padecen y a sus familiares? Es importante saber cómo actuar para ayudarlas y evitar que el confinamiento pueda agravar los síntomas del trastorno.
El coronavirus ha puesto en jaque el mundo por su velocidad de propagación y por su letalidad. Esta situación puede provocar miedo, ansiedad e incertidumbre en la población general, pero hay un grupo especialmente susceptible, si de ansiedad y miedo al contagio se trata: las personas que padecen hipocondría o trastorno de ansiedad por enfermedad y las personas con fobia a la enfermedad
A continuación hacemos una revisión de los principales síntomas del trastorno y a repasar algunas pautas que pueden ayudar, tanto a la persona que padece hipocondría, como a quien convive con una persona hipocondríaca. Sin embargo, lo más importante, siempre, es pedir ayuda profesional.
¿Qué es la hipocondría y cómo se relaciona con el coronavirus?
La sintomatología de la hipocondría (ahora denominada «trastorno de ansiedad por enfermedad») consiste en preocupación, miedo o convencimiento de tener una enfermedad médica grave no diagnosticada a partir de la interpretación errónea de las sensaciones físicas. La hipocondría incluye las siguientes características:
- Se suelen valorar como amenazantes sensaciones fisiológicas normales, reacciones somáticas desencadenadas por estados emocionales o disfunciones benignas. Un ejemplo puede ser la interpretación de una leve disnea, después de subir rápido unas escaleras, como un síntoma de coronavirus.
- Además de pensamientos catastrofistas en torno a los síntomas, es común que la persona tenga imágenes mentales relacionadas con la enfermedad. Por ejemplo, puede uno imaginarse a sí mismo intubado en una UCI.
- Las personas dedican mucho tiempo al autoexamen y a la comprobación de las funciones corporales. Mantienen una excesiva vigilancia ante la aparición de posibles signos de enfermedad. Por ejemplo, se ponen el termómetro cada hora, o comprueban que su capacidad pulmonar no ha disminuido.
- La preocupación ocupa un lugar central en la vida de las personas. Evitan actividades normales por miedo a contagiarse. Por ejemplo, rehúsan sentarse en el mismo sofá que el resto de la familia, o centran todas sus conversaciones en torno a la enfermedad.
- Este trastorno se suele asociar al doctor shopping (búsqueda insistente de asistencia médica), lo que puede traducirse en repetidas llamadas a los teléfonos de atención al coronavirus. También se asocia a cibercondría, que es la búsqueda compulsiva en Internet de síntomas de la enfermedad. Sin embargo, hay otras personas que rechazan cualquier tipo de asistencia médica por miedo a ver confirmado el padecimiento de la enfermedad.
- Las personas con hipocondría suelen tener también altos niveles de ansiedad y pueden presentar síntomas somáticos.
¿A quién afecta este trastorno y cómo es su curso?
La hipocondría afecta a entre un 1 % y un 5 % de la población general, aunque este porcentaje es ligeramente mayor en población clínica (2 – 7 %). Este trastorno no distingue entre géneros, afectando en la misma proporción a mujeres y hombres.
Puede iniciarse a cualquier edad, pero lo más común es el inicio al principio de la edad adulta, estando el pico de prevalencia en torno a los 30-40 años.
El curso del trastorno, por lo general, es crónico y rara vez remite de forma completa. La sintomatología suele presentar fluctuaciones.
Puede haber periodos en los que los síntomas son mínimos y otros periodos en los que, debido a las circunstancias, se exacerba la gravedad del cuadro (por ejemplo, el momento actual, en el que nos encontramos confinados por la pandemia).
¿Cómo «te conviertes» en hipocondríaco?
Existen diversas explicaciones acerca del origen y el mantenimiento de la hipocondría. Haremos una revisión sobre las teorías más actuales.
Desde la perspectiva cognitivo-perceptiva, se aborda la hipocondría como una manifestación de una alteración a nivel cognitivo o perceptivo y, en base a esto, se elaboran varias hipótesis:
- Barsky y Klerman explican que los sujetos hipocondríacos tienen un estilo atencional caracterizado por la amplificación de las señales corporales. Esto lleva a una hipervigilancia de las señales corporales desagradables, a una atención selectiva de los síntomas leves y a una tendencia a valorar las sensaciones normales como anómalas.
- Keller explica que, por un lado, hay ciertas experiencias tempranas que predisponen a atender a los síntomas somáticos. Y, por otro lado, que existen determinados factores que actúan como precipitantes. Se concluyó que el aprendizaje temprano de conductas de salud (por ejemplo, el autoexamen de los lunares) puede ser un factor de riesgo para desarrollar hipocondría.
- Warwick y Salkovskis elaboran un modelo que explica que las experiencias relativas a la enfermedad provocan la formación de unas creencias disfuncionales acerca de la salud. Estas creencias permanecen latentes hasta que un evento crítico dispara la aparición de pensamientos negativos automáticos, provocando una atención selectiva a los síntomas y un aumento de la ansiedad.
Por otra parte, desde la perspectiva psicosocial, se explica la hipocondría como un modo particular de comunicación, y se sostiene que las personas hipocondríacas tienen déficits comunicacionales y se expresan a través del síntoma.
¿Qué puedes hacer si padeces hipocondría?
Lo más importante debe ser buscar ayuda psicológica para ayudarte a abordar la ansiedad, el miedo y los pensamientos negativos. Sin embargo, estas pautas podrían servir como ayuda inicial:
- Sé consciente del problema, analiza tu experiencia y los factores que disparan los pensamientos hipocondríacos.
- Cambia el foco de atención. Puedes aprender técnicas de meditación que te ayuden a mantenerte en el «aquí y ahora».
- Evita leer constantemente noticias sobre la pandemia o buscar en Internet información sobre los síntomas.
- No dejes que toda tu vida gire alrededor del problema, haz de los pensamientos positivos tu mejor arma.
- No dejes que los pensamientos negativos y catastróficos te dominen.
- Busca explicaciones alterativas que puedan explicar tus sensaciones.
- Evita el «efecto oso blanco». El intento por evitar pensar en un oso blanco lo único que provoca es imposibilidad para dejar de pensar en él. Lo mismo pasa con los síntomas y sensaciones corporales.
- No te sientas culpable.
- Evita el exceso de dramatismo. Recuerda que lo que sientes son sensaciones somáticas desencadenadas por una emoción negativa. Son molestas, pero no peligrosas, y acabaran desapareciendo.
- Valora los avances y prémiate.
¿Cómo puedes ayudar a alguien que padece hipocondría?
Los puntos que enumeramos a continuación serían buenas ideas para poner en práctica:
- Sé empático, ten paciencia y no juzgues. Intenta ponerte en el lugar de la otra persona e imagina el miedo que puede sentir al pensar que padece una enfermedad (coronavirus, en este caso).
- Anímale a buscar ayuda psicológica.
- No refuerces sus preocupaciones hipocondríacas.
- Evita la sobreprotección.
- Si tiene que ir a una revisión médica, tiene miedo y no puedes acompañarlo por la cuarentena, ayúdale a mantener la calma.
- No cedas a sus deseos de ir al médico otra vez para «asegurarse» o de llamar repetidas veces al número de atención al coronavirus. Hacerlo reduciría la ansiedad en el corto plazo, pero mantendría el problema a largo plazo.
- Ayúdale a centrarse en pensamientos positivos.
- Anímale a buscar distracciones positivas.
- Ayúdale a premiarse los pequeños avances.
La hipocondría es difícil de manejar, ya que suele ir asociada a trastornos de ansiedad. El confinamiento, nos pone en una situación a la que no estamos habituados y nos predispone a tener síntomas de ansiedad.
Sería de esperar que tanto el hecho de estar en cuarentena, como el propio contexto de la pandemia, pudieran agravar los síntomas de las personas con hipocondría.
Las pautas mencionadas anteriormente pueden ayudar, pero no son una solución al problema. Lo más recomendable sería buscar tratamiento especializado, o continuar con el que ya se seguía, una vez termine la cuarentena.
Por: Psicóloga Cristina Girod de la Malla