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La respuesta de estrés: ¿en qué consiste?

La respuesta de estrés es un proceso complejo por medio del cual el cuerpo intenta mantener el equilibrio ante situaciones que lo desestabilizan.

En algún momento de nuestra vida todos pasamos por períodos de estrés. Nos afecta en distintos aspectos de nuestro día a día e incluso puede llegar a condicionarnos. Sin embargo, ¿sabemos en qué consiste la respuesta de estrés?

El estrés aparece cuando se da un desgaste acumulativo en los diferentes sistemas de nuestro organismo tras una respuesta prolongada o mal regulada. En esto consiste la carga alostática, que es el precio que paga el cuerpo cuando se ve forzado a adaptarse ante circunstancias adversas.

Para que esto no ocurra, nuestro cuerpo tiene procesos de adaptación que pone en marcha ante las situaciones de estrés que tienen el objetivo de conseguir el retorno al equilibrio u homeostasis.

De esta manera, el cuerpo trata siempre de volver a un estado estable tras sufrir desequilibrios en su homeostasis. Pero, ¿cómo funciona este proceso en el cuerpo?

La respuesta de estrés
Cuando el organismo detecta estrés, el cuerpo pone en marcha una serie de cambios fisiológicos y metabólicos para adaptarse. Así, estos cambios que realiza el cuerpo aparecen, por ejemplo, cuando realizamos ejercicio físico.

También hacen que facilitemos la evaluación de la situación, aumentando nuestra vigilancia, alerta y toma de decisiones.
Ante la aparición de estrés, el primer sistema que se activa es el sistema nervioso autónomo (SNA). De la puesta en marcha de este sistema se encarga el hipotálamo, que integra la información de las vías sensoriales y viscerales.

A su vez, el hipotálamo se encarga de activar el núcleo paraventricular, que activa las neuronas preganglionares de la médula espinal. Estas últimas activan la cadena ganglionar simpática que hace que aumente la noradrenalina en los órganos inervados.

Efectos del aumento de liberación de noradrenalina en la respuesta de estrés
Aumento de la fuerza de contracción y de la frecuencia cardíaca.
Vasodilatación de las arteriolas coronarias.
Relajación de la musculatura bronquial e incremento de la frecuencia respiratoria.
Vasoconstricción periférica.
Glucogenólisis hepática (ruptura de glucógeno).
Hiperglucemia.

La activación de la cadena ganglionar simpática también hace que se active la médula de las glándulas adrenales. Así, esto aumenta la liberación de adrenalina, además de la de noradrenalina.

Estas dos últimas activan estructuras no inervadas directamente por el sistema nervioso simpático. También refuerzan los efectos producidos anteriormente por la noradrenalina.

Efectos del aumento de liberación de adrenalina
Incremento de la tasa y fuerza de contracción cardíaca.
Vasodilatación muscular y corazón.
Dilatación de las vías respiratorias (que facilita ventilación pulmonar).
Contribuye a la generación del sudor (disipar el calor).

Disminución de los procesos fisiológicos no vitales a corto plazo (inflamación, digestión, reproducción y crecimiento).
Estimula glucogenólisis hepática (producción de glucosa).
Inhibe a la secreción de insulina y estimula la de glucagón en el páncreas (niveles altos de glucosa).

Además, como resultado de la acción de noradrenalina sobre ellas, las glándulas salivares (parótidas) secretan una enzima oral llamada alfa-amilasa. Esta enzima se ocupa de la digestión de carbohidratos y de prevenir y eliminar bacterias de la boca.

El eje hipotálamo-hipófiso-adrenal (HHA)
Cuando el hipotálamo activa el núcleo paraventricular, ciertas neuronas de este núcleo liberan la neurohormona CRF (factor de liberación de ACTH o corticotrofina) al sistema que conecta el hipotálamo con la adenohipófisis, estimulando la liberación de la hormona ACTH al torrente sanguíneo.

La hormona ACTH activa la formación de glucocorticoides como el cortisol. Ésta es una hormona esteroidea que interviene en el metabolismo de hidratos de carbono, proteínas y grasas. Estimula la síntesis de glucosa y también causa la reducción moderada del consumo de ésta en las células, elevando la glucemia.

Los glucocorticoides como el cortisol retroalimentan negativamente a la hipófisis y al hipotálamo. Así, regulan la concentración de ACTH y CRF respectivamente. Estas hormonas también actúan sobre el sistema inmune y sobre el hipocampo.

Este eje presenta ritmos de secreción circadianos relacionados con los períodos sueño-vigilia en condiciones habituales. Por la mañana, las concentraciones de cortisol son máximas y por la noche son mínimas.
Así pues, cuando nuestro cuerpo da una respuesta de estrés, el hipotálamo proyecta esta al sistema nervioso simpático. Esto provoca ciertos efectos en el organismo:

Efectos de la activación simpática
Glucogenólisis hepática (ruptura del glucógeno).
Hiperglucemia.
Aumento de la frecuencia de respiración.
Aumento de la frecuencia cardíaca y presión arterial.
Vasoconstricción periférica y vasodilatación muscular.
Aumento del nivel de alerta y capacidad de reacción.
Aumento de la fuerza de contracción muscular.
Dilatación pupilar.
Hombre con las manos en la cabeza por estrés

Control neural de la respuesta de estrés

Para registrar la respuesta, existen dos vías posibles según el estímulo que se dé: la sistémica y la procesal.

Vía sistémica
En primer lugar, los estímulos no requieren procesamiento consciente.
Suelen ser amenazas fisiológicas (como hemorragias, por ejemplo).
Se activa directamente el núcleo paraventricular del hipotálamo.
Vía procesal
Los estímulos requieren procesamiento consciente.
Además, no implican un peligro inmediato.
Activación indirecta del núcleo paraventricular.
Como vemos, la respuesta de estrés se define con la puesta en marcha de numerosos procesos mediante los que el cuerpo intenta mantener un equilibrio para contrarrestar los efectos indeseables del estrés. Esto, una vez más, muestra que la naturaleza es sabia.

Por: Paula Villasante