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Logra armonía en tu relación

Un año que comienza es una nueva oportunidad en nuestras vidas, una nueva oportunidad en nuestra pareja. A nivel simbólico, significa el cierre de un ciclo y la apertura de otro. Aprovechar al máximo la oportunidad de esa nueva apertura depende de nosotros. La armonía interior no se “recibe”, sino que se logra. Para alcanzarla, es preciso poner en marcha una serie de acciones concretas, sencillas en apariencia, pero capaces de producir cambios en nuestras vidas tan profundos como enriquecedores.

Los siguientes tips son una guía para enfrentar positivamente el nuevo año, cumplir nuestros objetivos, profundizar la pareja, aprovechar al máximo las posibilidades de renovación que trae consigo el año que se inicia y para lograr la tan ansiada armonía interior.

Focaliza tu energía
Con la energía pasa lo mismo que con las fortunas: por abultadas que sean, si se las dilapida, terminan por agotarse. Por esta razón, no sólo se necesita tener energía, sino también, saber focalizarla, lo que significa concentrarla en un objetivo para que rinda de manera adecuad. Todos los seres humanos tenemos energía, pero no todos la focalizamos para hacerla rendir al máximo.

Cuando no tenemos objetivos claros, no nos planteamos metas, no establecemos un orden de prioridades; en suma, cuando no proyectamos de manera eficiente nuestra vida, dispersamos nuestra energía en diversos frentes hasta que esta termina por diluirse.

Focalizar la energía significa hacer una buena administración de nuestros recursos interiores. Y, como es sabido, la buena administración genera seguridad. El dinero constituye un buen ejemplo para entenderlo. Si no establecemos de qué modo vamos a gastar nuestro sueldo y compramos cualquier objeto que nos tiente, aquel siempre nos resultará insuficiente.

Por el contrario, si establecemos un presupuesto, pagamos primero lo que es imprescindible y administramos con buen criterio el resto, aunque sea exigua la suma, lograremos cubrir con ella nuestras necesidades básicas. Convertirnos en buenos administradores de nuestra energía es la mejor forma de lograr nuestros objetivos y, a partir de esos logros, alcanzar la armonía.

Los proyectos
Tener un proyecto de vida equivale a dirigir nuestra existencia hacia el lugar que deseamos, en vez de dejar que sea ella la que nos guíe hacia donde quiere, dejándonos la amarga impresión de que somos un barco  la deriva.

Existen básicamente dos tipos de proyectos: los individuales y los de pareja. Ambos son igualmente importantes y, aunque están relacionados, conforman ámbitos diferentes. Para lograr la armonía, necesitamos equilibrar ambos espacios.

Si lo apostamos todo a la pareja y la familia y desatendemos nuestros proyectos personales, estaremos produciendo un desequilibrio en la balanza de nuestra existencia. Del mismo modo, si sólo apostamos a los proyectos personales y desatendemos los de la pareja y la familia, estaremos llenando un solo platillo y dejando el otro vacío. La armonía interior es la sumatoria de una serie de pequeños equilibrios. Es preciso establecer un equilibrio entre todos los frentes.

Los proyectos deben obedecer siempre a profundas necesidades interiores. Si, por ejemplo, amamos la danza o el teatro, un proyecto puede ser procurar dedicarnos a eso cada vez en mayor medida. Por eso, los proyectos forman parte del ADN de nuestra personalidad. Podemos compartirlos con nuestra pareja, es decir, podemos lograr que nuestra pareja nos apoye, nos estimule y nos haga más fácil el camino, pero no podemos “copiar” o “adoptar” proyectos ajenos porque los consideremos buenos o inteligentes, n podemos hacer que los proyectos propios lo sean de nuestra pareja.

Compartir un proyecto individual significa apoyar lo que e otro ha decidido y no asumir el proyecto como propio, porque los proyectos individuales tienen que ver con la parte más íntima de nuestra personalidad.

Somos lo que deseamos
“Los individuos se diferencian más por lo deseos y expectativas que tienen respecto de la vida que por sus rasgos fisonómicos”, dijo cierta vez el famoso escritor Gustave Flaubert, quien, en el mundo de su literatura, jamás dejó nada librado al azar, sino que trabajó incansablemente sobre cada frase hasta lograr lo que quería. Nuestros deseos son una marca de identidad.

Parafraseando el conocido dicho “Somos los que comemos”, podría decirse que, en gran parte, “somos lo que deseamos” .

Por lo tanto, ser fieles a nuestro propio deseo es ser fieles a lo que somos, a nuestra esencia. Una persona que ejerce el trabajo que le gusta, que hace el tipo de vida que lo reconforta y que se rodea de las personas que responden a su propio criterio acerca de lo que debe ser la amistad, es alguien que ha dado un paso enorme hacia el logro dela armonía interior.

Por eso, en este comienzo de año, pregúntate ué es lo que verdaderamente deseas para vos y, por ende, qué es lo que deseas para tu pareja y tu familia, que forman parte sustancial de los afectos y son factores imprescindibles en el logro de tu armonía.

A veces, saber lo que realmente deseamos no es algo tan sencillo. A algunas personas les cuesta más uqe a otras averiguarlo, pero jamás es tarde para hacerlo. Hay vocaciones, por ejemplo, que aparecen tardíamente, postergaciones impuestas por la vida que impiden que el deseo profundo se manifieste o pueda ser satisfecho; pero nunca es tarde para descubrir qué queremos y para ser consecuentes con ese deseo. Si cada día damos un paso hacia la realización de lo que anhelamos, estaremos avanzando, también, hacia el logro de la armonía.

Metas posibles
Como ejercicio de comienzo del año, proponete diferenciar entre lo que desearías idealmente para vos y para tu pareja, y lo que realmente puedes lograr. Armar megaproyectos inalcanzables es asegurarse la frustración. Por eso, es muy importante diferenciar entre fantasía y realidad. Por ejemplo, si aspiramos a que nuestra pareja sea como las parejas de las películas de Hollywood, con armonía y acuerdo, seguramente nuestras expectativas se verán defraudadas, porque las relaciones humanas, por definición, no son perfectas.

En cambio, si nos proponemos objetivos sencillos, capaces de mejorar la relación, como por ejemplo, evitar embarcarnos en discusiones inútiles, no decirle al otro palabras hirientes o respetar sus características esenciales sin pretender que se adapte a un ideal inalcanzable, habremos hecho mucho por mejorar la relación y, seguramente,  partir de esas pequeñas modificaciones lograremos, casi sin darnos cuenta, cambios positivos en el vínculo que no se lograrían si aspiráramos a la perfección.

Lo mismo sucede en lo individual. Es posible que no encontremos el trabajo “ideal” con el que soñamos, pero que sí logremos un trabajo que tenga algunas de las características que deseamos y que, por lo tanto, constituya una suerte de trampolín hacia otro trabajo aún más ajustado a nuestro deseo.

Seguramente, si aspiramos a lograr una figura como la de Brad Pitt o la de Angelina Jolie, nuestros deseos se verán frustrados. En cambio, si nos proponemos algo mucho más modesto como mejorar nuestra figura a través, por ejemplo, de una dieta saludable o un ejercicio físico compatible con la vida que llevamos, al lograr lo que nos proponemos, nos sentiremos reconfortados. Es preciso tener en cuenta que, como dice el refrán, “lo mejor es enemigo de lo bueno”, lo que equivale a decir que por perseguir lo inalcanzable podemos perdernos lo posible. Puesto que los logros siempre nos impulsan a redoblar apuesta, mientras que la frustración nos desanima.

Gana y pierde
“Quien lo quiere todo –dice un viejo refrán- en verdad no quiere nada”. Y esta afirmación es rigurosamente cierta. La armonía interior se alimenta de realidades, no de fantasías inalcanzables. Por eso, tanto a nivel individual como de pareja y la familia, es preciso establecer un orden de prioridades.

Hacerlo significa trazar un camino directo hacia nuestros objetivos. Pero establecer prioridades implica también aprender a renunciar a ciertas cosas.

Por ejemplo, si nos proponemos hacer un viaje y necesitamos ahorrar dinero para lograr ese objetivo, es muy probable que debamos renunciar a otras cosas que signifiquen gastos, como comprarnos ropa, salir a cenar con amigos o dejarnos tentar por cualquier objeto que veamos en una vidriera. Por esta razón, mucha gente se autoengaña pensando que persigue un objetivo determinado cuando, en realidad, no lo hace. Si no hay un orden de prioridades claro, es poco probable que alcancemos las metas que nos proponemos tanto a nivel individual como de pareja.

¡Anímate!
Hay gente que siempre posterga sus proyectos para el hipotético momento en que estén dadas las condiciones para llevarlo a cabo. Pero las condiciones ideales no se dan nunca; somos nosotros quienes tenemos que producirlas. Cuando se lleva a cabo la realización de un proyecto de manera conjunta, se modifican las condiciones del medio ambiente para que este proyecto sea viable. Por ejemplo, si planificaste un viaje a la India y estableciste el momento en que quieres hacerlos, estarás generando todo un movimiento a tu alrededor, comenzando por vos mismo: tendrás que verificar si tienes el dinero para hacerlo, si puedes pedir licencia en tu trabajo, tendrás que buscar información sobre el destino elegido y demás.

Del mismo modo, tu pareja y tus seres queridos comenzarán a ponerse “en sintonía” con tu proyecto, empezarán a incorporar la idea de tu viaje. Es la realización misma de los proyectos la que genera las condiciones y no a la inversa.

La armonía es una conquista de nuestra voluntad. Para lograrla hace falta, en primer lugar, proponérselo y, en segundo término, trazar planes concretos para para el logro de ese objetivo. Alcanzar la armonía significa lograr el equilibrio entre nuestros deseos y nuestros logros, entre nuestro espacio individual y el espacio que compartimos con nuestra pareja. El comienzo del año es un momento ideal para planificar paso a paso de qué modo nos acercaremos hacia ese tan deseado equilibrio armónico.