Indefensión aprendida. ¿Cómo podríamos definirla? Empecemos poniendo un sencillo ejemplo. Puede que en algún momento de tu vida, alguien, muy desacertadamente, llegara a decirte esta frase: “No sabes hacer nada”. Si fue una persona de relevancia de tu círculo personal, es muy posible que algo así te fuera difícil de olvidar.
Es un fenómeno demasiado frecuente, verbalizaciones espontáneas realizadas por padres, madres e incluso educadores, que determinan casi sin querer, una atribución que lejos de ayudar, de educar o motivar, levanta profundos muros en el desarrollo emocional y cognitivo de un niño.
Pero la indefensión aprendida no es esa semilla que alguien de nuestro alrededor puede inculcarnos desde que somos pequeños. Pensemos en esos otros casos tan conocidos. En parejas que caen en las conocidas relaciones tóxicas. El nivel de manipulación, coacción y maltrato emocional llega a ser tan elevado, que es frecuente que la víctima, acabe creyendo que es incapaz de salir de dicho círculo vicioso.
Que se diga a sí misma que es una persona poco capaz, poco útil para poder reaccionar o defenderse. No importa si antes tuviera una buena autoestima, un buen autoconcepto. La indefensión aprendida es esa soga que nos amarra y que nos impide ir más allá de las atribuciones que otros hacen de nosotros, y que nosotros mismos, también acabamos alimentando.
¿Cómo salir de este círculo vicioso? Hablemos hoy sobre este fenómeno tan común.
LA CÁRCEL INVISIBLE DE LA INDEFENSIÓN APRENDIDA
Fue en los años 70 cuando el psicólogo estadounidense Martin Seligman, estudió y desarrolló el concepto de “indefensión aprendida”. Lo que en un principio dedujo a través de experimentos a nivel de laboratorio con animales, terminó aplicándose a la vida real cotidiana de las personas.
¿Cómo una persona cualquiera puede caer en este tipo de pensamiento? La indefensión aprendida tiene como base un tipo de razonamiento negativo donde uno mismo, se ve a sí mismo como incapaz de cambiar una situación. En ocasiones el origen está en una historia persona basada en numerosos fracasos, en vanos intentos donde lejos de obtener éxito, solo hemos conseguido dimensiones nada favorables.
Otras veces, en cambio, se debe a ese tipo de educación donde “el no vales para nada”, o “el nunca serás nadie en esta vida”, acaba por determinarnos. La indefensión aprendida es un fenómeno psicológico que puede afectarnos tanto cognitivamente como afectivamente. Cambia nuestro pensamiento, nuestro percepción, el modo de ver el mundo e incluso a nosotros mismos. Somos marionetas de nadie.
Y admitámoslo. Pocas cosas pueden llegar a ser tan destructivas como el pensar que no seremos capaces de nada. De cambiar nada. De conseguir nada. La indefensión aprendida puede hacer además que caigamos en lo que se llama “pensamiento rumiante”, es decir, el pensar una y otra vez en nuestros fracasos, en nuestra “inutilidad” para conseguir cosas, para salir airosos.
Es sin duda el paso previo que nos hará caer en una depresión en caso de volverse crónico. En el supuesto de que únicamente veamos ese lado de la vida tan oscuro e incapacitante, donde nosotros mismos, hemos perdido las riendas de nuestra vida.
ENFRENTARSE A LA INDEFENSIÓN APRENDIDA
-Cambia la “balanza” de tus expectativas de control. Hasta el momento, eran los demás quienes tenían poder en tu vida. Pensabas que lo que te ocurría, no dependía de ti. Que una entidad invisible determinaba tu suerte y tus desgracias. Cambia ese pensamiento. Nadie mueve a voluntad los hilos de tu vida, no eres una marioneta. Eres una persona capaz con derecho a decidir y a tomar el control. Sé el dueño de tu vida y responsabilízate de tus actos.
-Sé valiente. En algún momento surgirá en tu vida alguna oportunidad de cambio, atrévete. Puedes empezar por cosas pequeñas, por un viaje, por decirle que NO a esa persona que pone muros en tu vida, por mirarte al espejo y decirte, que mereces ser más feliz. La valentía es la que romperá el primer muro de la indefensión aprendida. Luego, todo será más fácil, no lo dudes.
-Sal del círculo de confort. Pon más estímulos en tu vida, nuevas situaciones en las que puedas ponerte a prueba, emocionarte, medirte, demostrarte a ti mismo que eres capaz de conseguir cosas. Sal de la rutina y de esa zona de confort y pasividad, ahí donde solo viven las telarañas de tu propia indefensión. Rómpelas, apártalas y abre nuevas puertas a tu vida, ahí donde seas el dueño de tu propio destino. De tú VIDA.