Se estima que un 66% de los hombres y un 41% de las mujeres ven una película pornográfica, al menos una vez al mes. Algunos de ellos entran en la pornosexualidad y esto les impide, cada vez más, construir relaciones íntimas genuinas.
Las relaciones entre los seres humanos están cada vez más mediatizadas. Esto es, que ya no se accede al otro mediante una experiencia directa de encuentro, sino a través de algún medio que sirve como vínculo. En otras palabras, entre un ser humano y otro cada vez es más frecuente que medie algún dispositivo. La era de Internet masificó un fenómeno que ha alcanzado proporciones dramáticas y que ha dado forma a otro tipo de fenómenos, como el de la pornosexualidad.
El consumo de pornografía existe desde hace muchísimo tiempo, pero las nuevas tecnologías han terminado facilitando en grado extremo el acceso a esos contenidos. Esto es lo que ha dado lugar a lo que se denomina pornosexualidad, o una apuesta por la pornografía como eje de la sexualidad individual.
Al respecto no hay estadísticas plenamente confiables, ya que se trata de un tema que no todos reconocen. Sin embargo, según un estudio denominado BrainStructure and Functional Connectivity Associated With Pornography Consumption, que fue publicado en una revista de la Journal of the American Medical Association, el 66% de los hombres y el 41% de las mujeres ven pornografía al menos una vez al mes. Ahora bien, no está claro cuántos de ellos caben en la categoría de pornosexualidad.
La pornosexualidad y la postmodernidad
Uno de los rasgos más relevantes de la postmodernidad es una explosión de diversidades en el terreno de la sexualidad. Las manifestaciones en este ámbito se han convertido en un amplio abanico. Para todo el mundo cada vez resulta más claro que hay múltiples maneras de vivir la sexualidad y que todas ellas son perfectamente respetables.
Lo que no está muy claro es si la pornosexualidad es una opción, una tendencia o un problema. En estricto sentido, los pornosexuales son aquellas personas que única y exclusivamente alcanzan satisfacción sexual cuando ven pornografía. No hay otra manera en la que logren experimentar verdadero placer. No son usuarios ocasionales de películas triple X, sino que el porno es el referente esencial para vivir su sexualidad.
En términos postmodernos y aperturistas, esto no sería sino una expresión más de esa amplia diversidad que hay en la actualidad. Desde el punto de vista psicológico surge la pregunta de si esta conducta no es una forma de rehuir a las relaciones reales. De ser así, no es una expresión libre como tal, sino un mecanismo que enmascara un problema.
Los problemas asociados a la pornografía
Todo parece indicar que hay una espiral ascendente en el uso de la pornografía. Se comienza como espectador ocasional y luego, poco a poco, el comportamiento se torna repetitivo. Para muchos llega un momento en el que solo pueden disfrutar de la sexualidad a través de la pornografía. Aparentemente el porno va entumeciendo el deseo y el disfrute de una pareja real.
La pornografía crea situaciones sexuales de manera artificial. Esta artificialidad no es inocua, ya que condiciona elementos tan importantes y mediatizadores como son las expectativas. Además, despojan a la sexualidad de las contradicciones que involucra una relación de pareja auténtica. Por lo tanto, para quienes tienen dificultades en sobrellevar los altibajos de la intimidad, el porno puede terminar convirtiéndose en un sustituto de las relaciones sexuales.
La pornosexualidad estanca el desarrollo psicosexual. Para tener pareja y conseguir una intimidad satisfactoria es necesario cultivar y desarrollar habilidades sociales y dimensiones psicoafectivas. En muchos casos, la relación obsesiva con la pornografía impide que se produzca esa evolución.
Un tema que se debe tomar en serio
Hay estudios en los que se plantea que la pornografía tiene el potencial suficiente como para modificar la estructura y el funcionamiento del cerebro. Esto, debido a que al ver una película para adultos hay fuertes descargas de dopamina. Cuando hay un estímulo que provoca este tipo de respuestas, el riesgo de desarrollar una adicción se incrementa de manera notable.
De la misma manera, la exposición frecuente a la pornografía hace que se modifique el centro de recompensa del cerebro. Esto lleva a que cuanto más se observa pornografía, menor sea el placer que produce. El efecto es exactamente el mismo de una adicción, es decir, que cada vez se necesita consumir más para obtener un nivel de placer similar al que se obtenía antes.
Lo más preocupante es que la pornosexualidad priva a las personas del contacto íntimo directo con otros seres humanos. El otro es sustituido por una pantalla. Esto puede ocultar un miedo a construir relaciones de pareja genuinas, a la vez que alimenta dicho miedo. Y como toda conducta de tipo adictivo, a largo plazo termina dando forma a un pozo del que no será sencillo salir.
Por: Edith Sánchez