Las conductas cotidianas explicadas por la neurociencia nos muestran que la mente y el cuerpo forman una unidad indivisible. Al mismo tiempo, dejan ver que el comportamiento humano no se puede comprender solamente en función de lo biológico.
Hay varias conductas cotidianas explicadas por la neurociencia que nos remiten a la elevada complejidad del ser humano. Cada vez se avanza más en el estudio de esos mecanismos biológicos que están presentes en las acciones, los pensamientos y los sentimientos de los seres humanos, pero a la vez subsisten muchos misterios.
En particular, hay algunas conductas que vemos como normales, pero que desde el punto de vista fisiológico entrañan una complejidad enorme. También dan cuenta de las más elevadas expresiones del cerebro humano. Por eso, el tema es fascinante y ha llamado la atención de muchos científicos.
No obstante, las conductas cotidianas explicadas por la neurociencia no se agotan en esa ilustración biológica. El cuerpo humano es biológico, pero también simbólico. El cerebro hace que no seamos pura anatomía, ya que constituye una red nerviosa altamente elaborada, que da lugar a algo más que una materia pura y dura. Eso queda patente en lo que dice la ciencia respecto a las siguientes conductas.
1. Sonrojarse
El sonrojo es una de esas conductas cotidianas explicadas por la neurociencia, al menos desde el punto de vista fisiológico. Y decimos “al menos”, porque hasta ahora la ciencia no ha logrado dilucidar por qué nos sonrojamos. Somos la única especie que se pone colorada y por eso Darwin habló del rubor como “la más humana de las expresiones”.
La ciencia dice que ante una situación de vergüenza, el cuerpo libera adrenalina. Esto hace que los vasos sanguíneos se dilaten para facilitar el flujo sanguíneo y la circulación del oxígeno. Las venas de la cara se dilatan y dejan pasar más sangre de lo normal. Ahí aparece el rubor. Desde el punto de vista psicológico, corresponde a sentirse delatado.
2. Besar, una de las conductas cotidianas explicadas por la neurociencia
El beso no es una expresión universal, es decir, no está presente en todas las culturas, aunque sí en muchas. Algunos primates, como los chimpancés y los bonobos, también se besan. Sin embargo, la función que cumple el beso entre estos es de reconciliación, exclusivamente. Además, no presionan los labios entre sí, ni intercambian salivas.
En el ser humano el asunto es diferente. La saliva masculina contiene una proteína llamada darcina, que depende de la testosterona. La presencia de esa proteína le permite a la hembra identificar cuál es el macho más apto para la reproducción. Al mismo tiempo, la menstruación y la ovulación hacen que cambie el aliento de la mujer. En el beso, el hombre lo capta y sabe cuándo una hembra es más apta para procrear.
3. Ser generoso
Un estudio llevado a cabo en el Departamento de Psicología de la Universidad de Lubeck, Alemania, se propuso establecer cuáles eran los mecanismos cerebrales que intervenían en los comportamientos generosos. Partían de la idea de que el altruismo no es solo producto de la educación, sino que también correspondía a un mecanismo biológico.
Tras llevar a cabo un experimento con voluntarios, lograron establecer que las personas más generosas presentan dos características. Una, que tienen mayor actividad en una zona conocida como unión temporoparietal (TPJ, por su sigla en inglés). Y dos, que esa zona tenía en ellos una fuerte conexión con el núcleo estriado, un elemento relevante en la sensación de felicidad. El ser humano está equipado genéticamente para ser sociable.
4. Morderse las uñas
Morderse las uñas es otra de esas conductas cotidianas explicadas por la neurociencia, aunque se vea como algo irracional. Se sabe que hasta un 30% de la población adulta tiene este tipo de comportamiento. Entre los niños el porcentaje es aún más alto. En principio, este hábito obedece a un mecanismo para liberar tensión. Dicha tensión genera un cúmulo de energía de sobra, que disminuye al morderse las uñas.
Ahora bien, algunos experimentos llevados a cabo con ratones, mostraron datos interesantes. Tras recorrer el mismo laberinto varias veces, estos animales encontraban una forma de atravesarlo y la aprendían. Luego seguían llevando a cabo el mismo recorrido siempre. Cuando esto ocurría, en el cuerpo estriado las ondas cerebrales eran más lentas. En otras palabras, el hábito tranquiliza, ayuda a regular la energía disponible.
5. Llorar
Todavía hay varios enigmas en torno al llanto humano. Las lágrimas son otra de esas conductas cotidianas explicadas por la neurociencia, pero solo de manera parcial. Primero hay que tener claro que existen las lágrimas fisiológicas y las lágrimas emocionales. Las primeras son las que aparecen cuando, por ejemplo, pelamos una cebolla. Las segundas tienen lugar cuando estamos bajo ciertos estados afectivos.
Según William H. Frey, bioquímico en el Centro Médico St. Paul-Ramsey de Minnesota, las lágrimas emocionales llevan fuera del cuerpo algunos componentes como el manganeso, cloruro de potasio, prolactina, endorfinas, adenocorticotropina y leucina-encefalina. Al llevar fuera esos componentes, disminuye la tensión emocional. Sin embargo, el experto holandés Ad Vingerhoets, asegura que llorar es una forma de expresar el desamparo, un llamado instintivo de ayuda.
El cerebro sigue siendo una realidad misteriosa, sobre la cual apenas si la ciencia ha avanzado. Aunque hay muchas novedades en torno a las conductas cotidianas explicadas por la neurociencia, todavía estamos lejos de llegar a una comprensión plena de muchos fenómenos.
Por: Gema Sánchez Cuevas