La echamos en falta. Anhelamos la naturaleza, los paseos por el campo o por la playa. Un modo de recuperar el ánimo y la salud tras varias semanas de confinamiento será sin duda volver a visitar esos escenarios tan necesarios para el ser humano.
Tomar contacto con la naturaleza es casi una necesidad vital cuando hemos pasado varias semanas confinados. Niños, adultos y ancianos se benefician de ese acercamiento con el campo o la montaña, con el viento, con ese sol atravesando las hojas de los árboles en medio de un ambiente capaz de reiniciar el ánimo y la esperanza. Nuestra salud física y mental necesita más que nunca este escenario primigenio.
Habrá sin duda quien tenga ya esta ventaja. Vivir en el campo o cerca de la playa supone un descanso sensorial muy destacable. Ahora bien, una buena parte de la población afronta este encierro obligatorio en espacios urbanos y a menudo, en pisos de escasos metros. El impacto psicológico de estas condiciones es a menudo muy desgastante, incrementándose incluso el nivel de estrés y ansiedad.
El mundo en cuatro paredes y con una ventana que nos conecta con una autovía, un centro comercial o cualquier otro escenario de nuestras ciudades genera el mismo agotamiento que sufre un recluso. La mente que queda cautiva de ese lienzo de grises monótonos día tras día, termina teniendo fallos de memoria y alteraciones del estado del ánimo.
Las personas no estamos hechas para este tipo de encierros continuados. Asimismo, una de las cosas que más echa en falta el ser humano en estas condiciones es sentir el abrazo de la naturaleza.
Tomar contacto con la naturaleza, más que un deseo, una necesidad
Nadine Nadkarni, psicóloga de la Universidad de Utah en Salt Lake City, llevó a cabo un interesante experimento en el 2010 en el correccional de river Snake en Oregon. En este centro eran comunes las agresiones, la violencia y los estados de ansiedad y estrés elevados entre la población reclusa. Debían, por tanto, crear alguna estrategia para mejorar la convivencia.
Este trabajo fue publicado en la revista Nature y no deja de ser una referencia en el campo de la psicología de las instituciones penitenciarias. Lo que ideó la doctora Nadkarni fue instalar en las celdas imágenes de entornos naturales. Es más, en el área de confinamiento en solitario, se incluyeron pantallas en las cuales, se sucedían vídeos de bosques, ríos, mares…
Los resultados fueron altamente positivos. El nivel de ansiedad se redujo y se usaron salas donde los reclusos podían acudir para ver esos videos durante 45 minutos y mejorar así su estado de ánimo. Todo ello nos demuestra cómo la naturaleza tiene sobre el ser humano un impacto catártico para modular nuestro bienestar físico y mental.
Ahora bien, las personas no solo nos beneficiamos de ver cuadros o videos de un bosque o de un río. Lo que necesitamos también es tomar contacto con la naturaleza. Sobre todo, si hemos pasado varias semanas confinados a causa de la actual pandemia.
Nuestro cerebro necesita el color azul del cielo y el verde del campo
Pablo Picasso solía decir que los colores son el reflejo de las emociones impresas en la naturaleza. De algún modo, tenía razón. Cuando nos encontramos en un espacio cerrado, los ojos y la mente necesitan asomarse a una ventana para buscar el color azul del cielo. Cuando lo atisban experimentamos paz.
Los psicólogos Joanne K. Garrett y Mathew P. White, de la Universidad de Medicina de Universidad de Exeter, en Reino Unido, realizaron una investigación donde descubrir algo interesante. Las personas que viven cerca del mar o en el campo gozan por término medio de mejor salud física y psicológica.
El color de estos escenarios y la luz del sol reduce los trastornos de ansiedad y mejora incluso la salud de las personas mayores. Es más, Marc Berman, psicólogo de la Universidad de Michigan y experto en el estudio de la psicología ecológica, indica que el color verde del mundo natural tiene un efecto positivo sobre el cerebro. Y el efecto es casi inmediato.
¿Cómo tomar contacto con la naturaleza si aún estamos confinados?
La necesitamos. Anhelamos tomar contacto con la naturaleza, echamos de menos su olor, la luz tibia de sus amaneceres y atardeceres. Queremos pisar sus suelos con respeto, descubrir sus rincones, sentir el viento susurrando entre las ramas, acariciando nuestra piel y llenando nuestros pulmones de oxígeno…
Sin embargo, muchas partes de nuestras comunidades siguen confinadas. Son muchas las personas, los adultos, niños y ancianos que aún no pueden desplazarse hasta el campo, hasta el mar en caso de que vivan en áreas urbanas. ¿Qué se puede hacer en estos casos? Existen estrategias sencillas de las que podemos echar mano:
- En Youtube podemos ver vídeos relajantes ambientados en maravillosos escenarios naturales.
- Google nos ofrece recursos para viajar a lugares del mundo a través de la pantalla. Podemos conocer reservas naturales, islas, bosques, montañas, parques protegidos…
- Colgar fotos y posters de escenarios naturales en las paredes de casa también es relajante.
- Asimismo, cabe la posibilidad de relajarnos escuchando sonidos de la naturaleza, como el murmullo de los ríos, cantos de los pájaros, el sonido del mar…
Por último, y no menos importante, recordemos que es necesario tomar el sol unos 20 minutos al día. Estar cerca de una ventana, pasar un rato en un balcón o terraza, es esencial para nuestra salud física y psicológica. El color azul del cielo y la luz del sol nos reinician y mejoran nuestro estado de ánimo.
La naturaleza nos espera siempre con los brazos abiertos. Volveremos hasta ella.
Por: Psicóloga Valeria Sabater