Pesadillas, hipervigilancia, imágenes mentales cargadas de sufrimiento, angustia permanente… El estrés postraumático que no se trata aboca a la persona a una existencia de elevado desgaste. Conozcamos los síntomas asociados a este trastorno.
A menudo, se definen de manera simbólica los síntomas de estrés postraumático como “heridas” en el cerebro. Si esto es así, se debe a un hecho evidente: el trauma sufrido tras una vivencia de elevada intensidad emocional, da forma a pequeñas alteraciones neuronales de las que nos cuesta mucho recuperarnos. El impacto de estas situaciones es inmenso.
Accidentes de tráfico, sufrir violencia psicológica o sexual, perder a alguien de manera inesperada, vivir un desastre natural o estar en un contexto de guerra… Todo ello son situaciones para las que no estamos preparados. Además, son experiencias por las que nadie debería pasar y aún así suceden cada día en el mundo. El hecho de no recibir ayuda, de permitir que esas emociones y ese estrés se aferren a nosotros día tras día deja serias secuelas.
En la actualidad, se siguen mejorando los abordajes terapéuticos de estas condiciones psicológicas. Se estima, de hecho, que una buena parte de la población experimentará en algún momento estrés postraumático.
Disponer de adecuadas técnicas, apoyos profesional y de una mayor concienciación de la salud mental es imprescindible en estos casos.
Síntomas de estrés postraumático: categorías
La investigación alrededor de los síntomas de estrés postraumático ha aumentado en las últimas décadas. Así, atentados terroristas como los del 11 de septiembre (y posteriores) y las distintas guerras en Afganistán e Irak nos han permitido comprender mucho más este trastorno psicológico. Estudios como los realizados en la Universidad de Manitoba (Canadá) aportan varios datos importantes al respecto.
Cuando una persona vive un evento traumático experimenta lo que se conoce como estrés agudo. Si en el intervalo de un mes no recibe asistencia psicológica, derivará poco a poco en un trastorno de estrés postraumático. Asimismo, se sabe que a medida que pasa el tiempo esta condición acaba siendo comórbida con otros trastornos mentales, es decir, pueden surgir depresiones, adicciones, fobias…
El deterioro en la calidad de vida es inmenso, afectando al plano social, relacional, laboral… Es importante abordar cuanto antes los eventos traumáticos, como también abordar los síntomas de estrés postraumático. Para ello, nos basamos en los criterios del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-V).
1. Síntomas de intrusión
Los síntomas de intrusión definen esa experiencia en la que reaparecen recuerdos, sensaciones e imágenes concretas en la mente de la persona sin que lo pueda controlar. Es lo que conocemos comúnmente como flashes, escenas repentinas sobre el evento traumático que nos hacen vivenciar lo sucedido. Asimismo, estas imágenes intrusivas también aparecen en sueños a modo de pesadillas.
También cabe destacar otro aspecto. Muchas personas sufren reacciones al relacionar estímulos concretos con recuerdos. Por ejemplo, el sonido de un portazo puede hacer que recuerde el golpe del coche en el accidente. El que una persona les toque sin querer puede provocar que recuerden el momento en que alguien les agredió… Todas esas vivencias se experimentan con elevada angustia.
2. Efectos negativos sobre el pensamiento y el estado de ánimo
Entre los síntomas de estrés postraumático destaca sobre todo la incapacidad de sentir emociones positivas. A raíz de lo sucedido, la persona afectada deja de sentirse motivada y de disfrutar de aquello que antes le apasionaba. Así, es común también que empiece a mostrar rasgos depresivos.
- Por otro lado, también puede aparecer en ocasiones amnesia disociativa. Es decir, la imposibilidad de recordar partes del evento traumático.
- Surgen sentimientos de culpabilidad.
- Algunos incluso llegan a sentirse mal por haber sobrevivido a ese evento doloroso.
- La sensación de miedo, de horror e incluso vergüenza son sentimientos que se experimentan de manera continuada.
3. Sensación de alerta e hipervigilancia
En la mente de quien ha sufrido una experiencia traumática no hay instantes de calma. La persona siempre tiene la sensación de que “algo va a pasar”. Es vivir a la espera de que la situación dolorosa del pasado vuelva a repetirse. Los pensamientos se vuelven catastróficos, la atención solo se focaliza en anticipar situaciones de peligro, en crear escenarios de lo más terroríficos…
Asimismo, otro de los síntomas de estrés postraumático es la ira: trasformar la sensación de miedo, inseguridad y sufrimiento en rabia.
4. Síntomas difusos
Cuando estudiamos esta condición psicológica, damos por sentado que los síntomas de estrés postraumático pueden ser muy variados y particulares en cada persona. De ahí que para su diagnóstico se ponga la atención sobre todo en las anteriores características. No obstante, es común que aparezcan muchas de las siguientes realidades:
- Aparición de conductas obsesivas y fóbicas: obsesión por lavarse en caso de agresión sexual, miedo a salir de casa…
- Muchas personas acaban derivando en consumo de drogas o alcohol.
- Insomnio.
- Dolores de cabeza, sistema inmunitario debilitado, alteraciones digestivas, dolores en el pecho, mareos…
Síntomas de estrés postraumático en niños
Una buena parte de la incidencia del trastorno de estrés postraumático aparece en niños. No podemos dejar de lado el impacto de realidades tan duras como el maltrato infantil. También es destacable la situación de muchos pequeños que a día de hoy viven en contextos bélicos, en situaciones de carencia o abandono. Es importante, por tanto, entender que la sintomatología en ellos puede ser algo diferente:
- Conducta decaída.
- Son niños que no juegan, que no atienden los estímulos de su entorno, que no interaccionan ni sienten curiosidad.
- Pueden aparecer comportamientos violentos y defensivos.
- Insomnio.
- Enuresis nocturna.
- Algunos, recrean el evento traumático a través de los dibujos.
- Aparecen problemas de salud, como sufrir más infecciones, dolores de cabeza, vómitos, etc.
Para concluir, solo cabe incidir una vez más en la importancia de atender de manera temprana este tipo de realidades. Nadie merece vivir en un estado crónico de sufrimiento continuado, ahí donde revivir el evento traumático, ahí donde uno queda separado del mundo para habitar en exclusiva en ese espacio de dolor perpetuo.
Por: Valeria Sabater